RAT ROD de TILDO PEREZ


Te pido un minuto de silencio por todos esos monstruos de metales que ya no recorren el asfalto, que hace tiempo han dejado de quemar el elíxir de los dinosaurios, para convertirse en polvo. Las huesudas manos de la parca los han arrancado de nuestro mundo y vaya a saber en que cielo han de rodar. Pero de vez en cuando emerge un ángel protector, y mediante una titánica lucha que ha de llevar prolongados lapsos de tiempo, logra arrebatar uno de estos monstruos y tras un soplo divino le devuelve a la vida. Ese es el caso de Tildo Perez, de San Miguel del Monte, un simple mortal, ante ojos ciegos. Pero como se dice habitualmente, empecemos por el principio.

La historia comienza varios años atrás, cuando Tildo quedo fascinado por los Rat Rod o Hot Rod de la cultura Norteamericana (¡¿Quién no?!) y de tanto contemplarlo una pequeña idea tal semilla, brota tímida y débil en su mente, para con el correr del tiempo, se convertirse en un poderoso sueño que se apodera por completo de la voluntad de su huésped. En realidad todos soñamos, pero nos llenamos de mil escusas para acostarnos a dormir tranquilos, justificando los porque no, pero en este caso no fue así. Tildo a puro sacrificio y esfuerzo, pisoteó las escusas, fue tras su sueño, lo arranco del mundo de la fantasía y lo trajo a nuestra dimensión. Tenía la idea, tenía el sueño, tenía la voluntad pero todavía faltaba arrebatarle esa presa a la huesuda. Para tal fin viajó a Lobos, a la casa de su amigo, Hugo Salas, hombre reconocido por su trayectoria en autos clásicos. Allí, en ese pedazo de tierra, la osamenta férrea de un Ford 31 emergía sin vida entre la vegetación. Apenas la mirada de tildo acaricio el oxido de su piel, todo en el mundo se esfumo, y su corazón comenzó a regular. No había marcha atrás, se hizo de la carrocería y comenzó con el sueño.



El primer tiempo comenzó trabajando con la carrocería, luego el chasis que realizo desde cero, para continuar con las ruedas. Si bien no tenia motor, eso no importaba, el 31 reencarnaba, bajo la celosa mirada de la parca, que esperaba calma el momento de volverlo a llevar, es que ella sabe que en esta etapa es cuando la mayoría de los Monstruos fallecen, al caer sus guardianes victimas del destino. Pero un día llegó el motor, un hermoso tapa plana, el V8 flathead 1934. Música para el oído. Aquí también manos milagrosas lograron que este órgano volviera a latir y este Monstruo del asfalto volvió a saciar su sed de petróleo y kilómetros, llenando de satisfacción a su dueño. El sueño estaba cumplido. Pero el mundo del hombre no es como el de los sueños y la planta motriz empezó a necesitar mantenimientos costosos, ya que las piezas necesarias debían traerse de afuera. Fue así que se debió amputar y su lugar lo ocupó el famoso fase 2 v8. Pero tras él se debió cambiar el cardan, la caja de cambios, el diferencial y demás piezas. Ahora los problemas del pasado se habían esfumado a la hora de conseguir repuestos.



 El motor se hizo nuevo, devolviéndole su furia de juventud, y se le agregó varios detalles como tapas offnhauser traídas de otras tierras, junto al filtro y el porta bobina de época, un combo que se mantenían impreso en la retina de Tildo de aquellos videos que saboreaba. Un seccionador a cuchilla es el encargado del contacto, se lo susurró su profesión ya que él trabaja en la cooperativa eléctrica del pueblo. Sólo debe bajarla y la vida vibra en el Ford 31. La palanca de cambio es un micrófono de los años 50 y así día a día nuevos detalles se van sumando a este Monstruo.

Tras años de valor y lucha contra el destino y sus caprichos, el sueño de este valiente es una realidad palpable, que realizó con mucho sacrificio con sus propias manos, la ayuda de varios amigos y el apoyo de familia y novia, a quienes jamás deja de agradecer. En especial a su novia, quien bancó la locura de soñar y las horas en el taller fuck off, donde el Rat se ensambló.


La próxima vez que una copa de cerveza caiga por accidente en tus manos, elévala al cielo en honor de este Rat Rod Ford 1931, quién probó la muerte y volvió del otro lado, rebelde al destino, bramándole al mundo que su hora no ha llegado. Todavía hay muchos litros de dinosaurios que devorar, muchos recuerdos que fabricar y mentes por inspirar. Porque quizás ese pequeño que tironeé de la mano de su madre al verlo detenido, regulando en el semáforo, sea el próximo guardián que se atreva arrebatarle otro Monstruo del Asfalto a la huesuda. Salud


Por Rafael Theller


GRACIAS Tildo Perez por permitirnos conocer tu Monstruo del asfalto, y por traerlo a la vida.




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