Rat Rod Pontiac 1929
A vos terrible descorazonado bebedor de cerveza, que no crees que el amor a primera vista existe, que piensas que Cupido hace rato se jubilo y ahora debe de andar en algún geriátrico sacándose la pelusa del ombligo mientras cambia los canales de un televisor que no funciona. Si, a vos te digo que el AMOR A PRIMERA VISTE EXISTE, Y QUE A VECES CUPIDO SE TOMA SU TIEMPO PARA UNIR LAS ALMAS GEMELAS.
¡¿No me crees?! Pues esta historia te va a hacer tragar su verdad.
El siglo XXI daba sus primeros pasos, cuando allá en el 2005 o 2006, Guillermo Porporato acompaña a su abuelo de un mecánico amigo de él, para que le arreglara su antigua Zanella Ceccato 125. Abuelo y mecánico (ambos de avanzada edad) se conocían de muchísimo tiempo. Al llegar al taller, lo encuentran lijando las llantas de madera. Guille curioso pregunta de que era esa extraña rueda de madera y Don Pepe (como se llamaba el mecánico) le muestra una antiquísima camioneta. En ese momento el Cupido de los fierros le revoleo con algún antiguo pistón, y todo en el mundo se esfumo. Las pupilas del joven se estrellaron contra el cuerpo metálico de una PONTIAC 1929, cuyas curvas se recortaban en la luz del garaje. Colores, imágenes y sonidos se esfumaron. Solo existía ella, una humilde ancianita que susurraba palabras que el consiente no escucha pero el corazón sí. “Soy Tuya” “Llévame”
De a poco lejanos sonidos se convirtieron en palabras, y bultos en imagen. Había regresado al mundo de los mortales. De inmediato su boca se llenó de preguntas, y don Pepe sacio esa sed de saber. Le relató que era de su propiedad, que hacía tiempo estaba tratando de restaurarla, que tenía algunas faltantes, pero en su mayoría tenía todo, hasta había hecho andar el marcador original. Guillermo lo escuchaba atentamente, mientras sus manos la acariciaban disimuladamente y en su mente echaba raíces la semilla de continuarla, aunque no de la manera que Don Pepe pretendía. El muchacho había descubierto la verdad, esa Pontiac era un Monstruo del Asfalto, que nadie lograba ver. Pero el si. La veía bajita, con un motor q peche de manera considerable. Siguió acompañando a su abuelo de Pepe, junto a su abuelo, para verla. Y en uno de esos ir y venir el tomo valor y expreso su amor. “La Pontiac me encanta y quiero comprársela” pero como toda historia de amor, no todo es tan fácil como parece. Pepe respondió que no, pero con una amistosa sonrisa le dio su palabra que si la vendía era a él. LA PALABRA; MAS VALIOSA QUE CUALQUIER DOCUMENTO FIRMADO. Una enorme sonrisa se dibujo en el rostro de Guillermo, y sus ojos brillaron llenos de pasión.
El tiempo siguió corriendo y al pasar un año, lamentablemente Pepe enfermó del corazón, con lo que su voluntad de continuarla se opacó. Fue allí cuando otros candidatos trataron de seducir a la Pontiac, proveniente de todos los rincones. Hasta de Rosario llegó un postulante con un tráiler y un cero kilómetro para intercambiar. Pero Pepe a todos respondió que NO y mantuvo su palabra. Guillermo no lo podía creer, y de inmediato se acerco a cerrar un precio. Por fin sus almas se habían unido.
De inmediato fue a buscar el Jeep IKA del abuelo y la buscó y guardo junto al HOT ROD del hermano, un chevrolet 32.
Aquel año no hizo nada más que contemplarla, por respeto a Pepe, a quién no le podía llegar a caer muy bien el nuevo rumbo de la PONTIAC.

De esta forma este Monstruo del Asfalto surgió a la vida con cuerpo de Rat Rod, aunque el trabajo no terminó, ya que la quiere mutar a un Hot Rod, de color negro, como esa visión de aquél primer día que la vio.
Hoy rueda las calles de Cañada Rosquin, ruge devorando dinosaurios, gritándole al mundo que está viva, gritándole a Pepe que él sigue vivo, en ella.
Ahora decime que el amor a primera vista no existe, CARAJO.
GRACIAS GUILLERMO PORPORATO
Por Rafael Theller
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