Betty la Fea, Ford V8 ´66 de Fernando Echenique
Los monstruos no existen, te decían los viejos mientras te encerraban en el dormitorio y vos te aterrabas de ir al baño, porque quizás salían de debajo de la cama para atraparte. Lo que tus viejos no sabían que los Monstruos si existen, deambulan por las calles y son solo visible para quienes tienen el don de verlos.
Más de uno duermen sueños eternos tras las puertas de garaje, en algún galpón o pastizal. Muchos otros viven su vida sin saber que lo son, como esta F100 ´66 V8 que transitó su vida como una bestia de carga esclavizada, sin saber de otra cosa que no fuera trabajar. Lo peor, los beneficio de su trabajo jamás regresaban a ella en cuidado. Día a día, mes a mes, su cuerpo se fue deteriorando, quebrándose su alma lo que la llevó a volcarse al consumo del aceite en grandes cantidades, mientras fumaba a la luz de la luna, esperando que su sufrir terminara. Quizás algún dios fierrero se apiado de su dolor, por que un amanecer su amo le coloco un cartel de SE VENDE. La F100 no se entusiasmo mucho con ello, ya le había pasado antes en su vida, sin mejores resultados.
Era el año que se iniciaba el nuevo milenio cuando Fernando junto a su padre se acercaron a esta bestia y la hicieron suya. Ahora la F100 se encaminaba a un nuevo hogar. Los ojos mortales veían una camioneta destruida, más para arrojar a un desarmadero que para utilizar. Fernando y su padre veían el alma de aquella criatura sufrida e iban a luchar para que recupere el esplendor que se merecía después de tantos años de servicio haciendo patria.
Padre e hijo le brindaron amor y la mejoraron bastante. Una nueva vida comenzaba para ella, hasta el 2003 que vio su cuerpo desperezado en mil partes. Fernando había decidió restaurarla por completo. Su padre ya no lo acompañaba físicamente, pero él sabía que estaba a su lado en cada decisión, en cada detalle. Pero un ser sin corazón que lo devora todo, que pisotea los sueños y somete voluntades, a la que los humanos llaman economía, fijó sus ojos en la F100, la cual vio truncada su restauración.
El almanaque indicaba el 2008 cuando una vez más la F100 surgió a las calles. Ahora vestía un estilo RAT, el cual apasiona a Fernando. No hay duda que sobresale de entre sus hermanas. Su cuerpo lo dice todo, nos cuenta sus años de lucha y de sufrimiento, nos relata que ella no era una camionetita de mamá, todo lo contrario. Aptitud, personalidad y furia le sobra para poner a raya a quienes piensen lo contrario.
Hoy “Betty la Fea” como se la apodo, recorre las calles a diario mientras su V8 deja oír su voz, compartiendo con Fernando los días a diario, quien cada día se siente más apegado y maravillado por su Monstruo del Asfalto. Y mientras conduce a través de una larga ruta a algún evento de estos donde se reúnen los Monstruos y uno cosecha amigo, Fernando sonríe feliz, porque sabe que su padre va a su lado disfrutando del viaje… disfrutando del monumento sobre ruedas que se hizo a su memoria.
Por Rafa Theller
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