El Rambler de Gustavo
En un olvidado baldío el viejo monstruo del asfalto moría entre espinas y maleza, observando con dolor el ir y venir de hombres y mujeres.
Nadie parecía verlo, o preferían no hacerlo, mientras el ardor de mil heridas abiertas debilitaban su fuerte corazón. Tristeza reflejaban sus faros, mientras en la noche contemplaba las estrellas soñando con estar dormido, con que todo era un mal sueño y pronto despertaría en sus años de gloria, con su piel brillando, siendo deseado por todos, imponiendo respeto en las calles. Suspira, como lo hacen los coches, recordando el sabor del jugo de dinosaurio, hacía tiempo que no probaba una gota del sabroso líquido que lo llenaba de vida.
Un largo tiempo atrás lo habían arrancado de su Mar del plata natal, su dueño lo había entregado a otro que lo trajo a San Justo, Buenos Aires. Ahí habían disfrutado de un buen tiempo juntos hasta que el Rambler empezó a toser y perder fuerza. Su nuevo dueño lo estacionó por unos días en el baldío, pero los días se convirtieron en meses y los meses en años y el jamás regresó.
La maleza crecía y moría alrededor del moribundo, cuya única visita eran las familias de ratones que lo utilizaban de hogar. Vio crecer y morir varias generaciones de ellos, criaturas traviesas que disfrutaban de mascar sus cables. También en las noches de luna se acercaban las hadas para robar trozo de su piel y alimentar al oxido. La verdad, el Rambler se convenció de que pronto sería su final, hasta que un ángel emergió ante él. Lo miro firme sonriendo, camino a través del pasto y palmeó su cuerpo metálico para luego perderse por donde había llegado. ¿Sería su salvador o exterminador? Cualquiera fuera el destino, era mejor que permanecer desapareciendo en la quietud. Pero pasaron doce meses para que dicho ángel/hombre, al que llaman Gustavo, regresada por él y lo arrastre a su nuevo hogar.
Resulta que su amigo era el propietario del Rambler y un día se lo ofreció. Gustavo que se había criado entre los Ika, no dudo un momento en su decisión pero tuvo que esperar 12 meses para poder llevarla a cabo.
Ahora el viejo Rambler se liberó de los ratones y las hadas, ahora recibe cariño y afecto mientras Gustavo y flia luchan contra la perversa oscuridad llamada economía, que trata de arrastrar todos los esfuerzos a la nada. Y por mas difícil que se les hacen no sueltan a su amigo de metal… Todo lo contrario, Gustavo se lo obsequio para los 18 años a su hijo, generando una nueva generación de esos hombres excepcionales a los que llamamos fierreros.
Hoy su cuerpo muestra al mundo los golpes de la vida, las batallas que gritan que es un sobreviviente, mientras sonríe feliz en su nueva familia, disfrutando de vez en cuando, grandes sorbos de jugo de dinosaurio. Después de todo, los grandes placeres de la vida, residen en las cosas mas sencillas… ¿Oh no?
Por Rafa Theller
Muchas gracias por tus palabras hermoso cuento y la verdad me asombro muy bueno, te mando un abrazo enorme!!!
ResponderEliminargracias master y a cuidar ese fierro
ResponderEliminar