"El Viejito" Chevrolet 1966 de Lubripampa
Hoy te invito a que enciendas la máquina del tiempo que tenemos en nuestra cabeza y viajes un toque hacia atrás, que recuerdes ese deseo de niñez de tomar el volante de una bestia de metal, sea cual fuera, y por vos mismo poder guiar su destino.
Ahora salta hacia adelante, hacia ese día que apretaste el volante, soltaste el embrague (se paró) volviste a probar y salió ese aparatejo esperando tus designios. Seguro fue uno de los días más felices de la vida. Recordas el día, el sonido del motor, la temperatura del volante y al mundo abriéndose esperando que lo recorras. La libertad se posaba entre tus manos y ese micro mundo que te rodeaba estaba todo a tu servicio.
Así le sucedió a Diego, quien en sus jóvenes años tuvo la suerte que aquel primer auto fuera un MONSTRUO DEL ASFALTO, uno de la raza Chevrolet, un legendario 400. Fue en ese momento mientras quedaba hechizado por todas esas mezclas de sensaciones ya descriptas, mientras disfrutaba del sonido del 6 Cilindros, cuando el travieso Cupido le arrebató el corazón y en su lugar puso el emblema del chivo. Desde ese instante solo supo que en la vida quería algo, tener su propio 400.
El mundo rodó en su autopista espacial, mientras el tiempo hizo lo suyo y el joven se hizo hombre. Fue por allá en el 2004 cuando decide vender su auto del momento y buscar aquel amor que desde siempre lo acompañaba, un chevrolet 400. Tras ir y venir aquí y allá, fue en la localidad de Quilmes, Buenos Aires, cuando sus ojos se encontraron con aquellos redondos faros que le hicieron un guiño, un Chevrolet 400 1966. Otra vez Cupido deambulaba haciendo las suyas y amarró el destino de ambos antes que lo supieran. Dos almas gemelas se encontraban. El fierro estaba tal cual ahora, pertenecía a un fanático que lo cuidaba con mucho amor, imagínate que lo usaba los fin de semana, no tenia limpia parabrisas por que si llovía no salía, es más si había rocío no salía. Y si iba a algún lugar, como un restaurante, la mesa tenía que estar frente a su coche. Un mimado total este Chevrolet. Un destino que muy pocos de sus hermanos han logrado alcanzar. Palabras van, palabras vienen, se firma lo que hay que firmar y Diego una vez más aprisiona el volante de una leyenda que esta vez rueda hacia su hogar, mientras un travieso Cupido los sigue saltando de techo en techo con una enorme sonrisa brillando en su rostro. Esta vez no se ha equivocado.
Los días se sucedieron mientras maquina y hombre recorrían las calles a diario y fue tal la conexión de ambos que logró sentir en el alma de su bestia cierta tristeza. Había nacido para ser un grande entre los grandes, para llenarse de gloria para ser un verdadero MONSTRUO DEL ASFALTO, pero a cambio había tenido una vida aburrida que solo consistía en lucir su apariencia. El no quería aparentar, él quería SER. Ante tal revelación Diego comenzó con la metamorfosis de “El Viejito” apodo que había recibido. No iba a ser un jubilado disfrutando del sol en la piel mientras esperaba que las desalmadas hadas llegaran para arrancarla y alimentar al oxido. Iba a disfrutar la vida como siempre había soñado. ¡¿O te crees que los monstruos del asfalto no sueñan? ¿Te crees que lo que haces es por decisión tuya? El secreto es saberlos escuchar.
Del 2010 en adelante fierro que podía meterle al chivo, fierro que le metía. Así lo convirtió en todo un gladiador, en uno de esos monstruos del asfalto que se enfrentan con sus pares por lo más gratificante del existir, por la GLORIA. (Si pensas que la gloria no es nada, mira la historia humana, cuantas guerras y muertes dejaron el deseo de gloria)
Así llegó el día en que Diego y El Viejito llegaron al campo de batalla, al asfalto inmortal que no sabe de piedad, para él existen perdedores y ganadores. Las luces frente a ellos, el motor regulando dejan oír su furia y un alguien a un lado desafiando. Cuando las luces cambiaron, el caucho bendijo al asfalto con su huella y el sueño los envolvió haciéndose realidad en ese lugar que marca la vida de ambos, Camino de la Cintura, Buenos Aires Drag Racing. Luego de esa batalla vinieron mas y mas durante cinco años, y allá por 2013 El Viejito ganó 8 de las trece fechas y las restantes quedó segundo. Como dicen los sabios apreta tuercas, los sueños son solo de aquellos que tienen el valor de ir por ellos. Del 2015 para acá el lubricentro de Diego, Lubripampa, le resto tanto tiempo a su vida que no pudo acudir más en busca de la gloria. Aunque de vez en cuando se escapa a alguna fecha especial, como para darle a su gladiador de metal el gusto de disfrutar de lo que más le gusta, y así visitaron el picodromo de Wilde y el Gálvez.
Hoy por hoy Diego y El Viejito siguen compartiendo el destino juntos, y aunque la economía a veces aprieta y más de uno desea al Chevrolet 66, Diego se niega a renunciar a él. La vida es una y ambos han tenido el valor de vivirla y robar más de una sonrisa.
Y ahora ahí andan los locos por Mariano Moreno, en Buenos Aires, mostrando que los sueños se hacen realidad, mientras la hadas del oxido fruncen el ceño, Cupido sonríe y la gloria los acompañara por siempre.
#chevroletelviejito
Por Rafa Theller
Emocionante hasta las lagrimas. Impecable relato amigo, genio de la pluma. Agradecido eternamente!!!
ResponderEliminarY me hacen emocionar, porque lo tuve años en mis manos,y luego se lo cedí a mí hijo,y toda la historia es cierta no salía ni con rocío y menos con lluvia,y fumar adentro noooo, cuántos recuerdos desde antes, que quien escribe era otro gana de otra marca,al tener el chivo , después,le empecé a entender y respetar el gusto que cada uno lleva en su corazón Caballero que siga disfrutando de elun abrazo desde Quilmes
EliminarGracias a vos por darme el honor de escribir sobre este fabuloso Monstruo del Asfalto
EliminarDebe estar tranquilo que su amigo de fierro está en buenas manos. Por lo que se ve no le dejan faltar nada.
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