Dodge 100 1968 de Tincho

¿Qué es el ser humano? ¿Por qué a veces reacciona de forma tan ilógica? Sencillo. Somos un animal que huye de aquello que le causa dolor y abraza aquello que le da placer y acá esta el punto de lo ilógico. Lo que le da dolor o placer a algunos, no es lo mismo que a otros. 

En otras palabras lo que a vos te parece lógico al otro ilógico. Por ejemplo jamás entenderé como patear una pelota puede dar más placer que el motor rugiendo de un monstruo del asfalto mientras las gomas giran en el lugar, la bestia temblando entera y de repente el mundo se mueve hacia vos. ¿Sabes de lo que te hablo? Es ese placer el que se convierte en amor, y ese amor en pasión, un sentimiento tan intenso que nubla nuestra razón y guía nuestras voluntades. Y es tan intensa que se hereda de padre a hijos y estos a sus hijos, así hasta el final de los tiempos del hombre. 

Así le sucedió a Tincho quien guía el destino de esta Dodge 100 1968 motor Slant Six original. Cuando era un niño de 4 o 5 años, habitando un mundo de gigantes acompañaba a su padre a trabajar en esas titánicas Dodges. Atravesaban el mundo desconocido para él y descubría todo lo que había más allá de casa. Por esos años su padre condujo una Dodge 63, luego una 70, una 67 y una 77. Fue en esos viajes que se nutrió de la pasión hacia estas criaturas que hacían patria, sembrando en los primeros años de vida del pequeño, el deseo por su propio monstruo del asfalto… su propia Dodge. 


El tiempo pasaba lento para el niño que no veía la hora de crecer para manejar su propia camioneta. Los calendarios fueron muriendo uno en uno y un día el niño se levantó de su cama siendo un hombre. Había llegado el momento para salir en busca de aquel sueño que lo acompañó en toda su vida. La pasión en silencio comenzaba a guiar su voluntad. 

Fue aquel viejo hincha de Dodge quien le diera la vida quien un día llegó al muchacho con la novedad… había encontrada la bestia de metal justo para él. Hacia 26 años que acompañaba a una pareja, su dueño se había jubilado y ya no podían seguir compartiendo el destino juntos. Por tal razón se encontraban buscando un nuevo compañero para su vieja amiga. Pero no cualquiera, tenía que ser alguien que compartiera el mismo sentimiento de lealtad. Por supuesto nadie era mejor que Tincho para tal fin. 

Un guiño del destino, los dioses fierreros del Valhala moviendo sus influencias y un sol alto en el cielo fueron los testigos del encuentro del joven y aquella criatura de hierro con corazón de fuego. No hubo palabras, el solo verse selló el pacto. Ella era para él, él para ella. Solo faltaba que su antiguo compañero de vida firme la liberación. El hombre toma los papeles, los lee, aprisiona entre sus manos la lapicera, que en este caso se convertía en una llave mágica, cuando su mujer comienza hablar. El hombre la mira y sin firmar deja el bolígrafo a un lado. Los recuerdos de la pareja llegan en cantidades convirtiéndose en palabras, y las palabras en vivencia mientras diminutas lágrimas brotan de ojos acuosos. Tincho se da cuenta que quizás la hora de irse juntos se alejaba y temió como jamás antes en la vida. Su corazón latía mas veloz que un V8 enfierrado y sus ojos buscaban enérgicos en su entorno una salvación. Más recuerdos llegaban y en un momentos todos dejaban brotar lágrimas de alegrías y tristezas. Tincho ante el temor de perder aquella que no era suya, juró a la pareja que la cuidaría con su vida. Un sonrisa se dibujó en el rostro de ellos, la mujer colocó la mano en el hombro del hombre y este con una simple firma liberó a su vieja amiga. Luego tomaron un taxi y se perdieron en el camino, observando por la luneta como la Dodge se fundía con el entorno en la lejanía. El muchacho no lo podía creer, ya tenía su propio Monstruo del asfalto. Ese sueño que lo había acompañado por tanto años guiando sus voluntades se convertía en realidad. 

Si bien la maquina estaba perfecta de motor y de chaperío, a tal fin que ni golpes de la vida había recibido, la pintura era otro tema. Alguno de esos pintores que se deberían quemar en la hoguera tal brujas de antaño, había puesto sus garras haciendo un desastre. Por lo cual el muchacho aprovechó por cambiarle el look para darle ese que tanto le gustaba, de desgaste de pintura. Cada momento que podía asistía a trabajar en ella, logrando a fuerza de lijas al agua y cierta inspiración artística, la apariencia e identidad increíble que ahora uno logra degustar al verla.

Desde ese día hombre y maquina recorren las calles de la vida, cosechando miradas, robando suspiros y siendo la presa de cientos de teléfonos. Desde día se internan en la vida, atrapándola en la telaraña de los recuerdos, mientras Tincho cumple su juramento tal cual un caballero… Después de todo si no tenemos palabra, no somos nada. Y como antaño su padre pasó la llama de la pasión por Dodge a él, hoy él  junto a su hijo Tobias pasean formando sus propios recuerdos, pasando la brillante llama de Dodge a una nueva generación que sabrá valorarla. ¡Aguante los Monstruos del Asfalto CARAJO!

Los hombres pasan, los Monstruos del Asfalto quedan... 

por Rafa Theller










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