Chevrolet Americana 74 de Augusto


Te voy a contar una historia de sacrificio y recompensa, de lucha y triunfo, pero especialmente de unión y fuerza.


 Y voy a agregar que donde muchos ven en un vehículo viejo un puñado de fierros con motor, algo que arrojar a la basura u otros una obra de arte sobre ruedas, yo veo un ser con alma formada por las decenas de historias vivida, una criatura mágica que las resguarda por la eternidad, y que es tan fiel que es capaz de sacrificarse por aquellas familias que adopta. Por que vos no elegís tu monstruo del asfalto, él te elige a vos. Y un ejemplo de este sacrificio es esta historia, 

El padre de Augusto hace más de dos décadas atrás compraba su camioneta chevrolet americana cabina y media custom deluxe 1974 V8, un sueño. Verla te detenía el corazón y su imagen se tatuaba en tu retina. Por aquel entonces Augusto era un niño de esos que ven a su padre como un gigante como un héroe. Montado sobre el reluciente monstruo del asfalto. El padre y su camioneta eran inseparables, la usaba a diario tanto que el V8 dijo basta y paso a mejor vida. Traerlo a la vida por aquel entonces valía una verdadera fortuna, por lo cual optan por cambiar el motor colocándose un Perking 6 potenciado aparte de otros accesorios para que vuelva al asfalto renacida llena de gloria. Pero un enorme mal se cernía sobre la familia, y cuando te habló de mal no es económico o de esos que nos vivimos quejando, me refiero a uno de salud. El pequeño Augusto de unos 6 años que había disfrutado de tantos viajes con su padre sobre la camioneta, formando un lazo irrompible con esta, caía enfermo con un principio de leucemia. 
Su padre se arremango y encaró el problema de frente sin muchas vueltas, y si era necesario se quedaría en pelotas pero la lucharía por su hijo y así fue. Viajes y tratamientos costosos lo obligaron a endeudarse y de desprenderse de todo que lo que pudiera. La vieja chevrolet sin pensarlo siquiera, manipulando la mente de los hombres, donó su motor y todo aquella parte que se podía remover para generar unos pesos para salvar la vida del pequeño compañero. El tiempo pasó, el niño sanó y la vida volvió a la normalidad. Pero allí, en un rincón del galpón, la que fuera gloriosa, se había convertido en un cascaron vacio cubierto de polvo, prácticamente la sombra de lo que había sido. Solo los ratones jugueteaban en ella y algún que otro duende escurridizo la hizo su morada. 

Los se precipitaron al abismo del tiempo uno tras otro, una y otra vez, naciendo y muriendo hasta que el pequeño Augusto se hizo hombre, y como tal, tenia necesidades de hombres. Le urgía tener una camioneta para sus diferentes quehaceres de la vida. Un día entro al galpón y un brillante haz de luz penetraba la ventana y resplandecía en el rincón oscuro del galpón, sobre los restos férreos de la vieja chiva, tan cubierto de tierra que daba la sensación de ser una especie de escultura exótica. Augusto camino hacia ella y con sus manos limpio la tierra que cubría a aquella gigante dormía. Sus pupilas se agrandaron mientras una sonrisa cómplice se dibujaba en su rostro. Ella se había sacrificado por él y ahora él le devolvería el favor. El la traería de regreso a la vida, más única que nunca. 

Sin darle mucha vuelta al asunto la arranco de aquel oscuro rincón y empezó con los trabajos de resucitarla. Lo primero hacer una lista de todo lo que hacía falta, repuestos y demás chiches que se trajeron desde el exterior. Al llegar colocó el diferencial trasero, quedando a la altura de una camioneta normal, pero al colocar el delantero, este tocaba el motor por lo cual debió darle más altura, quedando la distancia del suelo al techo en unos 2,35 metros. Por supuesto con las cubiertas que el tío le había traído de USA, sumándose en la ayuda, unas Patriot 315/75 R16, que en el país no lograba conseguir y que eran toda una traba para que el proyecto avance. 

Una mañana soleada, cuando todos menos se la esperaban, la chevrolet despertó de su letargo rugiendo a los cuatros vientos su existir. Ella había dado vida y vida recibía, unido por un lazo invisible que nada ni nadie puede romper. Y junto a Augusto, salieron a recuperar el tiempo perdido, a divertirse y una vez más a fabricar recuerdos, como cuando él era un niño. Por supuesto que donde se detiene es el centro de atención. Padres con niños sacándose foto junto a ellas, o nuevos amigos emergen con un choque de mano e intercambiar unas palabras. Nadie sospecha lo que ambos enfrentaron juntos, hombre y bestia, en diferentes momentos de su vida… a la parca misma. 

Actualmente el joven aprovecha para preparar el cuerpo metálico para una nueva piel de pintura, ya se había echo pero la misma afloro en forma de burbujas, quizás no era de su gusto y la rechazó. Mientras la acaricia con la lija, ella sonríe cómplice, aunque nadie lo note. Sabe que cuando la cuarentena se levante ambos saldrán a los caminos para perderse en ellos, mientras un duende gruñón se marcha del galpón, en busca de un nuevo hogar. 

Por Rafa Theller 

*(Miles de personas nos visitan por semana y algunas buscan lo que tenes para ofrecer. Multiplica tus ingresos publicitando en nuestro blog y redes sociales a un bajo costo. la idea es invertirlo para desarrollar mejores web y compra de equipo para mejorar el material que deseamos brindarte y de esta forma nos ayudamos ambos. gracias por tu tiempo)




Comentarios

Entradas populares